7 de septiembre de 2007

Cuando al envejecer rejuveneces...






Nunca me ha gustado mi cumpleaños. Como tantas otras cosas que no tuve de niña, crecí sin la soñada e idealizada fiesta de cumpleaños.



1 de Septiembre. Día típicamente odiado por los trabajadores, pues suele implicar el final de las merecidas vacaciones, y la vuelta a la creuda realidad del mundo laboral...



1 de Septiembre. Día absolutamente indiferente para los jóvenes estudiantes universitarios. La inmensa mayoría se encuentra desperdigada en distintos puntos de la geografía española. Todavía no han vuelto a la ciudad donde estudian, están en casa de sus padres, "disfrutando" (o no) de los últimos días en la que durante muchos años fue sui casa, aunque ahora ya no lo sea. En breve, volverán a sus colegios mayores, residencias de estudiantes o pisos precariamente alquilados...que serán su hogar durante el año académico.



1 de Septiembre. Día de pre-fiestas de mi pueblo para la mayoría de los adolescentes, preadolescentes y casi niños hoy en día. Antesala de una semana detestable para jovencitos como yo, que vemos en esas fiestas cómo la masa es manipulada y conducida de forma vergonzosa, sin que nadie de entre la multitud sea capaz de mostrar su individualidad... o que si lo hace, es expulsado de esa sociedad, y debe vivir al margen para siempre (arduo camino que pocos seres solitarios escogen voluntariamente)

1 de Septiembre. Empieza la cuenta atrás para la vuelta al cole, cuando eres niño y te ilusiona vovler a jugar con tus compañeros de colegio o guardería. Pronto vendrán, incluso, las noches sin dormir por el nerviosismo y la expectación de la rentrée.



Yo no pude llevar caramelitos a case, porque no había en aquellos días. No celebré una fiestecita con globos y tarta con los amiguitos, por la tarde, en mi casa al salir de clase. No salí a emborracharme en mi temprana adolescencia. No lo compartí con mis amigos ya universitarios...



Sin embargo, los dos últimos cumpleaños han sido memorables.



Cuando cumplí 20 años, 200 niños me cantaron "Happy birthday".

En aquel caso, mi edad era inconfesable, porque el que los niños supieran que su "superior", a quien debían obediencia y sumisión, era muy pocos años mayor que ellos, podía inducir a una pérdida de respeto no deseable...



Cuando cumplí 21 años, lo inesperado de la celebración en medio de una semana de estresante deprimente trabajo, fue suficiente para darme cuenta de lo afortunada que era en aquel preciso instante.



En ambos casos, la que envejecía era en verdad la más pequeña, la baby...

Gracias a todos los que compartieron aquellos momentos conmigo.





Hoy soy más joven que ayer, mucho más joven que hace seis meses, y todavía más que hace un año.

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