"Después no es que la vida vaya como tú te la imaginas. Sigue su camino. Y tú el tuyo. Y no son el mismo camino. Es así...
No es que quisiera ser feliz, eso no. Quería... salvarme.
(...) Pero comprendí demasiado tarde por qué lado había que ir: por el lado de los deseos. Uno espera que sean otras cosas las que salvan a la gente: el deber, la honestidad, ser buenos, ser justos. No, los deseos son los que nos salvan. Son lo único verdadero. Si estás con ellos, te salvarás.
Pero lo comprendí demasiado tarde. Si a la vida le das tiempo, muestra extraños recovecos, inexorables: y adviertes que, llegado ese momento no puedes desear nada sin hacerte daño. Y ahí se desbarata todo, no hay manera de escapar, cuanto más te revuelves, más se enmaraña la red; cuanto más te rebelas, más te hieres. No se puede salir.
Cuando ya era demasiado tarde, yo empecé a desear. Con todas mis fuerzas. Me hice mucho daño, como tú no puedes siquiera imaginar."
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Una mujer bellísima reflexiona sobre los deseos paseando al borde del mar...
Alessandro Baricco, "Océano mar".
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